Una mañana perezosa despierto extrañado, distraído y desorientado, mi pequeña barba muestra lo descuidado que soy, esa poca importancia en la mirada de las personas, pero es solo una contradicción que en unas horas afirmare.
Mi celular bastardo murmura un silbido, la alarma resuena cada vez mas fuerte, y mi enojo aumenta, desearía poder azotarlo y dormir un poco mas, aunque ese deseo es estúpido pues despierto ya he dicho que estoy.
Toco mi pelo, largo y descuidado, que mas da si a nadie hay que impresionar, los pies desnudos resienten el violento frió del suelo simplista de mi habitación, es curioso, no amanece.
Hundido entre promesas rotas mi mente vuela lejos del plano terrenal y la resaca alcohólica de ayer se hace fuerte a cada minuto, me incorporo y las persianas miro, aun no sale el sol, me dirijo a un balcón viejo, creo que jamas había estado allí, no lo se.
El cielo oscuro parece ceder, el poderoso astro que nos ilumina comienza a dar señales de vida, me lastima, duele, no soporto el sol, un olor delicioso termina rodeándome, es el indudable y característico aroma de un buen café, negro por supuesto, veo la espalda de una mujer, ella esta usando mi camisa, no es una desconocida, durante meses la veo como fantasma vagar mi apartamento sin decir mas, pero su rostro jamas se ilumina.
El sol entra atrevidamente por la ventana, ella desaparece, el café, los pensamientos, todo parece irse junto con la sombra del día anterior.
Prometí amarte, prometí protegerte, prometí no olvidarte, y el sol una vez roso tus mejillas solo para decirte adiós, cada noche la luna me consuela, me abraza y aconseja...
Hoy el sol, el astro burlón se mofa de mi, veo gente sonreír con tocar su luz, huyo de su calor sin decir o maldecir, un paso atrás a la vez.
El día que partiste el Sol no Sonrió...
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