Un día común en el centro del universo, del sol y de la plaza. Gente
pasa sin importar, la mirada se desvía microsegundos cósmicos en una dirección con
curvas y ropa pequeña, las personas pasan sin despertar la más mínima gota de
curiosidad y sigo caminando.
El negocio de los videojuegos con la puerta abierta me invita a pasar 8
horas de mi vida, ocupado entre cajas y cajas un miércoles a las 11…
La compañera saludo de manera informal y el ambiente de diversión cambio
drásticamente en una película de suspenso, en la que cualquier palabra o sonido
sorprendería al espectador aburrido.
Horas transcurrieron y el descanso tocaba por turnos, primero salió
ella, esa chica flaquita de estatura pequeña, se despojó de su uniforme y se
dispuso a comer, sorpresa enorme al verla vestida con una playera normal, a
decir verdad poco impresionante a la vista, pero pese a su vestir sencillo no
pude dejar de verla.
Habían pasado casi 4 horas y no me pude percatar hasta que se retiró la
prenda de trabajo, era el par de senos más perfectos que había visto en mi
vida, no eran grandes, ni se asomaban sobre un escote provocativo, era un
discreto par de lolas que jamás olvidare.
El perfecto par de senos se fue a comer, dejándome con mil y un
pensamientos, rogando que pasara rápido el tiempo para verla regresar, la hora
de la salida marco el fin del día laboral, y así un saludo incompleto e incómodo
fue su despedida…
Jamás la volveré a ver de eso estoy seguro. Ni a sus hermosos
pechos redondos.