Estaba desnuda, con las nalgas mirando al techo iluminado de un pequeño hotel en la orilla de aquella carretera solitaria repleta de arena fina y alguna planta seca cada ciertos metros.
Acababa de hacerla gritar, casi estoy seguro que nos escucharon en al menos 2 habitaciones contiguas. Hay esta, desnuda en una cama que ha resistido los mas abruptos y toscos movimientos que el amor, la conveniencia o el dinero pueda ofrecer entre un hombre y una mujer.
Su piel suave y aterciopelada a sido profanada por mi fuerza y mi brusquedad, la forma de mis manos han sido impresas en sus nalgas perfectamente moldeadas por la adorada y benevolente madre naturaleza, no queda mas que sonreír ante mi vil bajeza de marcar dicho cuerpo celestial, mi cuerpo rayado por sus garras femeninas gotea liquido vital en cámara lenta, excitando más a mi aparentemente apagado fogón de mi entrepierna.
Mi mente lucha con las múltiples dualidades de mi sexual ser, entre filias y parafilias el semen de mi miembro suplica por salir y bañar la lengua de aquella damisela dormida, una especia de complicidad entre el anonimato de mis extraños pero muy validos placeres y aquella emoción de ver un ser tan delicado a merced de mis muslos. En un momento completamente neutral, en aquel instante entre la sobriedad mental y el ultimo tercio del cigarro, entre los 10 minutos de mi ultimo whisky y el olor de su sexo en el aire, entre mi ultima erección y el algorítmico calculo del amor verdadero y el placer que nadie puede negar a ofrecer, aquel que solo lleva una noche como suma algebraica, en ese instante vago y fugar de completa y absoluta sobriedad sentimental, sexual y mental, es ahí cuando palpita por ultima vez mi corazón, mi ser consciente reconoce una perdida de tiempo, un asco ante el acto previo o el esfuerzo que llevara el arreglar la conexión bastarda entre mi lengua y mi cerebro, solo para sostener un puente saturado de palabras que tratan de llegar a un sentido común entre la hermosa mujer que yace nalga arriba frente a mi y mi sereno ser, el humo de mi cigarro nubla toda visión de lógica, solo alcanzo a ver una vagina suave como la seda y unos labios rosas que suplican lentitud ante mi brutal ataque de pasión.
Vuelvo en mi, sigue recostada, húmeda y marcada por las palmas salvajes de mis extremidades, huele a mi y yo a ella, aquella mujer desnuda, dormida, exhausta y serena, yo borracho o a punto de entrar a dicho estado, vicioso del cigarro entre mis dedos, vestido y a punto de cogérmela de nuevo sin siquiera preguntar o de salir bruscamente de la habitación, encender mi motocicleta y acelerar al máximo, sin mirar atrás, con una cerveza robada del mini bar en la mano y una actitud rebelde que me fue regalada al nacer.
Suena en mi mente aquella canción y en mi mente aquella película, es Peter Fonda en su motocicleta rumbo a la aventura, y de fondo Steppenwolf con Born to be wild, nada acorde a la situación, pero si lo mas cercano a la toma cinematográfica que me gustaría recibir para mi huida de aquel hotel, con una cerveza en la mano izquierda, unas bragas húmedas y unas llaves en la derecha, en la boca un cigarrillo recién encendido y en la mirada el camino hacia la próxima mujer que decida dormir mientras yo me voy.
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