Una mirada torturadora a un mundo caótico, repleto de anomalías macabras que muchos ignoran. Observado desde una distancia prudente y experimental.

viernes, 12 de febrero de 2016

Lluvia Roja


Cae la primer gota, lentamente resbala sobre el rostro de un anciano encorvado, besa de manera apasionada la descuidada piel de la mejilla. Es un rojo intenso y una espesura insólita, el olor a hierro comienza a inundar el ambiente y los hombres necios, torpes, desesperados, corren en todas direcciones, tratando de esquivar cada gota carmesí que desciende de las nubes.

El cielo se torna en tonalidades rojizas y grises, los truenos azotan con furia el suelo, y la sangre del cielo comienza a descender rápidamente. La violencia inunda las calles y la desesperación vuelve fuerte a los hombres, la indecisión debilita masas y los cuerpos apilados comienzan a formar montañas pequeñas, trincheras donde los niños jugaran cuando el cielo rinda ante la fuerza del sol y la promesa de esperanza al día siguiente.

El viento sopla estrepitosamente revolviendo las hojas de los arboles, obligando al bosque a levantar aullidos de dolor al cielo pues sus pequeñas e inocentes almas comienzan a practicar una harmoniosa danza que seduce a la muerte, digno espectáculo de un festival importante, y aunque los invitados avergonzados sean simples conejos curiosos, el anfitrión orquesta una ola de solos con truenos, relámpagos y mas gotas de lluvia roja. Es un hermoso espectáculo que empapa a los hombres débiles, la sangre los cubre con su calor haciendo mas pesado su andar, cargándolos de pena y dolor, los hombres tropiezan con pequeñas ramas y hojas secas, matando y lastimando a su paso a incontables criaturas que con temor se ocultan bajo el manto del bosque muerto, que pena, el suelo ahora se inunda de mas sangre inocente y la luna con su seriedad absoluta observa la escena, pensativa y demacrada.

Es una marcha silenciosa que culmina en un acantilado donde caen sin temor los viejos caminantes cubiertos de sangre, con los pies destrozados y las fuerzas agotadas, no existen gritos, no existen llantos, lamentos o arrepentimiento, la marcha a llegado a su fin, la lluvia a cesado. las nubes huyen de la escena del crimen y la luna deprimida desciende en el horizonte para admirar de cerca los cuerpos destrozados de sus hijos amados.

Y haya, a lo lejos, un pequeño niño sentado sobre una piedra elogio el espectáculo artístico que acaba de presenciar, rogando que vuelva a repetirse y esta vez, el quiere llenarse de sangre, el quiere caminar y olvidar...
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Kurono Atsushi

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