Son días soleados los mas tristes, son días en los que recuerdas que amanece siempre de la misma manera, un temible recordatorio de nuestra pequeña e insignificante participación en el universo.
Solo esas nubes grises prometen, y cuando cumplen mediocremente demuestran que unas gotas tan simples, insignificantes y mediocres pueden crear un caos enorme.
El es odio de Dios que martiriza al la multitud, son sus gargajos tan densos como el pecado que cargamos, dulces gotas eróticas que provocan vomito de reflexión olor a whisky y ron. Que agradecido estoy de recibir en mi cuerpo caliente esas gotas provocadoras, erotizando el ambiente en nuestro andar, martirizando a los inocentes y bendiciendo a los pecadores, inmortales quimeras tan asquerosas como lluvia dorada y marrón que no comprenderemos como ciencia, limitando a clasificarlo como una escena grotesca, vomitiva y repugnante.
El gargajo casi termina, justo al mismo tiempo que cambia el semáforo, caminaremos unos cuantos en verde, cerrando los ojos y orando por un milagro que termine con la burla de los mas altos rangos celestiales, y aunque el ateísmo es mi profesión debo admitir que no es tan masoquista la perspectiva del placer a la saliva y flema de la garganta de Dios...