Montañas de Hielo

Recuerdo bien las derrotas marcadas en mi piel, victorias claro que he tenido, aunque mas dolorosas de ver.

Recuerdo ese invierno en particular, el mas frió que haya azotado al reino, los soldados marchaban con paso firme y decidido rumbo a las colinas congeladas, alejadas a días de nosotros. Jamas volveré a ver otro desfile mas hermoso, nieve por doquier y el silencio irrumpido por las armaduras de cientos de hombres con fe.

Tardamos mas tiempo de lo pensado debido a las fuertes ráfagas, la tormenta era fuerte e implacable, pero supimos domarla, avanzamos y al llegar a la cima tuvimos nuestra victoria, pero no duraría mucho.

El viento y la oscuridad nos obligaron a descansar en la cima de nuestro pequeño mundo, fue la mas cálida acogida que hayamos tenido en semanas de duras batallas, no había hombre, arma o armadura que estuviera cubierta por nieve y sangre de cientos que cayeron a nuestros pies. Al final de nuestro camino encontraríamos el final de la guerra, tras la montaña descansaba el gigante de piedra, un castillo tan grande que dicen tocaba las nubes, puertas de madera tan gruesas que necesitarían de cien hombres para ser abiertas y una muralla tan basta que que pareciera dividir el mundo en 2.

El Gigante de piedra descansaba en las faldas de la montaña siguiente a la nuestra, era como si su peso tuviera que ser recargado en la colosal montaña, como si el gigante se sentara en ella y solo esta pudiera aguantar su poder.

La noche lentamente fue desvaneciéndose para dar paso a un pequeño sol oculto entre montañas, y nubes gigantescas, los hombres reanimados limpiaron su armadura, pulieron sus armas y al levantarse subieron el poco trecho faltante de la montaña, que gran desgracia que ante nuestros ojos se mostraba, la escena mas gloriosa de mi vida, la mas temible y la mas sorprendente.

El gigante de piedra nos miraba de frente y bajo sus pies 100,000 mil hombres de la armada dorada del Rey armados y listos, petrificados miramos el vasto imperio que intentamos conquistar, el cielo comenzó a cubrir de cientos de miles de flechas.

Por esta noche hasta aquí llegara mi historia... mañana sera otro dia

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Victorias Olvidadas

En las cuevas mediocres de una montaña yacen las esperanzas de los hombres, su ultima morada antes de partir al océano en busca de libertad, son lugares de pensamiento y refleccion que dejan  a la vista de los dioses el amor por la vida de sus incautos creyentes.

En los navíos se crean leyendas de infinito honor y sangre, al parecer jamas tocaran tierra de nuevo aquellos hombres que con ilusión miran el horizonte tan rojo como sus mismísimas entrañas, tal vez no sea mas que una prueba de fe o un espejo a su futuro.

Nombres vienen y van y seria sencillo ponerle uno cualquiera estos rostros tristes, total, nadie conocerá mas haya de sus historias, el apellido al que deberían estar dirigidas se perderá en el mar, pues sus sucesores morirán en poco tiempo, nadie escapa a la ira de los dioses mas antiguos, y la piedad de la madre naturaleza no hará mas que erosionar sus débiles orgullos con desgracias y sufrimiento constantes, tormentas, terremotos, inundaciones, ya nada volverá a la normalidad, y sus suaves camas serán la tumba en la que descansaran los mas cansados y descuidados.

Estas montañas contaran algún día la gloriosa partida de los hombres y honraran su esfuerzo, aunque el aire se burle eternamente de sus inútiles esfuerzos por vivir, de su lucha por traer de nuevo la gloria a sus tierras.

Pasaran meses en las saladas aguas, sofocados por el calor caerán uno a uno, silenciosamente volverán a la mama de su progenitora y cada bastago caerá de rodillas pidiendo perdón una vez, lamentables historias son contadas con facilidad por las lenguas de los mediocres en tabernas repletas de prostitutas y vino, se cantaran historias y se llorara en sus tumbas de aquel pueblo desterrado, olvidado por los dioses, maldecido por el destino.

Hombres de poca fe olvidaran recordatorios de valor, por pereza. Hoy se canta a los dioses, el mar agitado comparte el dolor y arrastra consigo olas rojas con huesos rotos, maderas, banderas y cuanta cosa inútil que cargaban creyendo que volverían algún día, hasta nunca hombres libres, hasta nunca almas en pena.

Hoy serán recordados con gloria, mañana el cordero mas gordo sera sacrificado,después de beber vino, fornicar y pecar serán olvidados una vez mas... hasta que el mar vuelva a teñirse de rojo.

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Espiral infinito

En las tranquilas aguas del sereno cuerpo de un ser navega un pequeño y mediocre anciano, una innecesaria existencia persistente al tiempo y la muerte, se niega a partir, se reusa a ahogarse, su necedad casi infinita lo tortura lentamente, la sed y el hambre apoderándose de el consumen su alma desdichada.

Un placer orgasmico invade su arrugado cuerpo y su vida poco a poco se desprende de su ser, dejando detrás a un miserable pellejo con huesos rancios.

Que fácil habría sido la muerte voluntaria a la mínima señal de desesperación, que fácil habría sido decir adiós gritando al silencio infinito del mar que yace en ese cuerpo desconocido, pues en que mente perturbada un hombre llega a morir dentro de otro hombre...

Lastima que esta historia contada en segundos morirá con mayor placer que ese anciano masoquista, aunque en el infierno maldiga a los cuatro vientos su suerte, pues nadie mas le aplaudió su resistencia...

El espiral infinito burdo tema a una absurda historia... mañana habrá otra, tal vez.

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