Claro esta que ese placer al dolor autoinflingido, nadie me lo podría quitar, y aunque la noche oscura susurra constantemente mi nombre, yo se que mi identidad ha sido perfectamente cubierta por la mediocridad de mis logros en vida. Y así ha nacido mi hijo no deseado, un producto de mi pasado y mis sueños rotos, un engendro llamado presente que muerde mi cesárea de manera insistente, como si de un chicle mal oliente se tratase mi carne y mi piel.
No obstante pese a todas estas bizarras mutilaciones a mi mente, he de aceptar el orgullo y placer que causa el poder comer mi propia piel infinitamente, con el mismo placer que alguna vez me causo una taza de café en un día lluvioso... supongo que la clandestinidad de la exclusividad se esfumo con la palabra ¨promesa¨.